miércoles, 30 de abril de 2014

Responsabilidad: Niños y Trabajos

Niños y Trabajos


Recientemente se ha planteado en España, una posible legislación sobre menores que señala derechos y obligaciones para estos. Entre las obligaciones, se menciona la ayuda en el cuidado del hogar y las tareas domésticas.
Pienso que la educación no surje de las leyes, sino mas bien a la inversa. Por otra parte ninguna idea es lo suficientemente buena como para que no pueda ser arruinada por un burócrata.
No obstante lo cual, creo que lo que subyace en esta iniciativa es  extraordinariamente pertinente.
A partir del tercer año de vida, los niños comienzan a verse como seres independientes, que pueden “ponerse en el lugar” de las otras personas.
Hasta entonces sienten ser “únicos”, y solo conciben al  mundo que les rodea  a través de sí mismos y sus vivencias. (es un poco nuestro pensamiento “animista”, cuando decimos que siempre “nos” llueve, cuando comemos al aire libre).
Hasta entonces, el afecto y la protección los ha rodeado de un globo de parabienes incondicionales, como a un pequeño príncipe cuyo principal (y único) mérito fuera el de existir.
Pero a medida que se descubren como alguien parecido a los demás, también descubren que cada persona lleva consigo una serie de atributos que le describen o califican.
Al niño de esta edad, tan centrado en el “poder”, lo que mas le impresiona es la aptitud para “hacer cosas útiles”, que poco o mucho todos tenemos.
Imaginen que uno/a llega a una reunión familiar, y todos le recibieran diciendo: “…menos mal que has llegado, te necesitamos, eres la única persona que sabe hacer esto,…”   ¿Qué sentimientos les produciría?
En cambio los niños  reciben frecuentemente alabanzas por ser “buenos”, “hermosos”, “tranquilos”, “simpáticos”, o bien rechazo por ser “desordenados”, “egoístas”, “desobedientes”.
Estos calificativos se refieren a “cómo es”, definiéndole de tal forma, que puede incluso inducirle  a  merecérselos, (incluso los negativos).
O como se dice en inglés, self fulfilling prophecy; la profecía que nosotros mismos hacemos que se cumpla.
Pero los niños no suelen disponer de muchas oportunidades para adquirir eso que perciben en los otros como un gran mérito, que son las “aptitudes” para hacer cosas que los demás necesitan.
A veces,  juego con niños ya mayorcitos, a que imaginen un teatro lleno de gente, con algunas actores en el escenario, y les desafío a que me digan si prefieren estar entre los espectadores multitudinarios, o en la escena con los pocos actores.
Aún los mas “tímidos” o negativos, terminan reconociendo que se ven como “actores”, y no como “espectadores”.
Extendiendo la metáfora un poco, yo creo que las familias o los grupos sociales, son como el guión de una obra de teatro. En ella hay grandes papeles protagonistas, y otros muy pequeños, de una frase tan solo.
No obstante, todas los personajes colaboran al curso de la obra, y si el de una sola frase se queda callado, la obra se detiene. Lo que le hace comprender su relevancia.
Lo importante es solo si uno  forma o no forma parte de la compañía.
El trabajo cumple para los niños, un papel análogo. No es algo que se hace porque sea divertido o por “cumplir”. Se debe hacer porque lo reivindica a uno como miembro activo de ese grupo humano.
Por razones de autonomía, los niños deberían hacerse cargo gradualmente de todos los trabajos de su cuidado personal que van aprendiendo y que tienen capacidad de realizar.
En la medida que tengan habilidad suficiente, deben vestirse, o lavarse, y lo que no sepan aún,  debe ponerlos  en el camino de aprenderlo gradualmente.
Ayudar en todo lo posible a las personas que los cuidan, con aquellas habilidades que vayan desarrollando.
Acomodar los juguetes despues de jugar, es una obligación obvia, y hay que sostenerla a pesar de todo el histrionismo que el niño o niña despliegue para eludirlo.
Pero no lo es menos que una vez que se quitan la ropa, la lleven al sitio donde se guarda o lava, y que poco a poco aprendan a hacer la cama donde duermen.
Esto suele resultarle algo chocante a algunas personas, que piensan, o bien que el niño es muy pequeño, o que se hace tarde por la mañana, o que no vale la pena, porque ellos la hacen mas ràpido, o que hay una persona empleada para ello, o a lo peor, ¿porqué si el padre no se la hace?, o ¿para qué queremos que el niño aprenda a hacer una cama?
Las primeras objeciones son fáciles de resolver, puede dejarla sin hacer y hacerla al volver de su colegio, o levantarse mas temprano.
En las siguientes, se trata que el niño entienda que es SU cama, y SU responsabilidad, asunto que debería extenderse gradualmente a otros ámbitos SUYOS (sus útiles escolares, sus deberes, etc.).
Y para las dos últimas objeciones,  (que como las demás pueden servir de excusa al niño  en caso de conflicto), es bastante fácil imaginar los inconvenientes potenciales del modelo sugerido.
Pero no acaba aquí lo que yo entiendo como “trabajo”.
Creo como ya he dicho, que es muy saludable que los niños perciban el efecto “comunitario” de su tarea, y para ello yo recomiendo que dichas tareas se distribuyan de tal forma que él o ella resulten encargados “oficialmente” de alguna.
Un poco en broma y mucho en serio, yo suelo sugerir que un niño de cuatro años sea nombrado, por ejemplo, “jefe del papel higiénico”, y se encargue en la casa de asegurar la provisión de todos los aseos.
Esta tarea es ineludible, y no debería requerir invocaciones constantes. Si se cumple adecuadamente, debería recordársele que lo tenemos en cuenta, darle pequeños reconocimientos (un paseo especial, mejorar un regalo previsto, etc.), y en particular, hacerle ver que contamos con esa capacidad de él.
Incluso, cuando aprenda a sumar, puede ayudar a descubrir cuanto se gasta de papel higiénico en la casa, y así sucesivamente.
Cualquier tarea doméstica es susceptible de organizarse de forma que constituya una fuente de aptitud y progreso para el niño.
Esto no tiene que ver con el coeficiente de inteligencia, pero sí con el valor que uno percibe de sí mismo, y que sirve para sacar partido de aquél.
Carlos Loeda
www.loepedia.es
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