viernes, 18 de julio de 2014

ESTUDIAR EN VERANO


10 CONSEJOS PARA ESTUDIAR EN VERANO


Cuando llega el verano, los niños, niñas y adolescentes ansían la época estival para disfrutar de las esperadas vacaciones y disfrutar del buen tiempo.
El verano y los estudios no son compatibles para ellos. Las tareas escolares en esta época, se hacen arduas, la desgana y la desmotivación les apremian.
En muchas ocasiones es necesario estudiar en verano, unas malas calificaciones durante el curso académico y los temidos exámenes de septiembre, hacen que el tiempo de descanso y de ocio se tenga que compaginar con horas de estudio para alcanzar los objetivos que no han sido alcanzados durante el curso académico. En otras ocasiones puede ser conveniente reforzar y repasar los aprendizajes adquiridos para mantenerlos y mejorar la construcción de significados, aunque las calificaciones no hayan sido malas.

Claves del estudio en verano

El estudio es una herramienta para que se produzcan los aprendizajes. El aprendizaje natural parte del disfrute. Para que los niños y niñas disfruten aprendiendo y se motiven con el aprendizaje, debemos cambiar la idea de “estudiar en verano como castigo” por otra más motivadora, como “estudiar en verano para aprender, esforzarse para alcanzar las metas personales”.
Convertir el estudio en un modo de castigo, transforma la tarea de aprender en una obligación, en algo negativo que lógicamente desmotiva. Si en verano ya nos cuesta ponernos a estudiar, más nos va a costar si lo asumimos como algo negativo y lo tomamos como una presión.
Debemos ayudarles a encontrar su propia motivación, despertar su interés y generar así una actitud positiva hacía el estudio y el consiguiente aprendizaje. De este modo su esfuerzo tendrá un sentido y no será una presión impuesta desde fuera.
El objetivo del estudio en verano es mejorar la calidad de este estudio y lograr la creación de aprendizajes, de modo que puedan planificar su agenda para aprender y disfrutar del verano.
Estudiar en Verano. 10 Consejos para estudiar en verano

10 Consejos para estudiar en verano

  1. Ayúdales a planificarse y organizarse. Si distribuyen y aprovechan bien su tiempo, tendrán tiempo para estudiar, aprender y disfrutar.
  2. Divide su trabajo en tareas y objetivos alcanzables. Estudiar en verano es una carrera a largo plazo, con mucho contenido y cuyo resultado se demora en varias semanas. Es por ello que debemos secuenciar el trabajo y hacer que poco a poco alcancen metas.
  3. Dotales de autoestima y confianza en sus capacidades. El haber fracasado durante el curso puede dañar su autoestima académica, de modo que se perciban incapaces para logarlo.
  4. Trabaja en su desarrollo personal, que conozcan sus puntos fuertes y entrenen estrategias que les lleven al éxito académico.
  5. Enséñales a entender el fracaso y los errores como una fuente de aprendizaje, que nos ayuda a reflexionar lo que hemos hecho mal para poder modificarlo.
  6. No conviertas su tiempo de estudio en un castigo. Hazles ver que es una oportunidad para aprender y desarrollarse, que pueden alcanzar sus metas si se esfuerzan y dedican algo de tiempo.
  7. Crea un horario de estudio, alternando con otras actividades. Este horario debe ser cumplido, no podemos saltárnoslo.
  8. Incluye momentos de humor y alegría durante el trabajo, puedes bromear con ellos. De este modo verán el estudio como algo más positivo.
  9. Sé firme con ellos para que logren los hitos marcados, pero no lo conviertas en una presión excesiva. Permíteles descansos, pero haz que cumplan con la planificación.
  10. Refuerza sus logros.
Celia Rodríguez Ruiz
Psicóloga y Pedagoga
@Celia_RodrigRu
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SÍNDROME DEL NIÑO INVISIBLE



Alertan sobre aumento del 'Síndrome del Niño Invisible'

Se trata de “aquellos niños que aparentemente están enfrente de nosotros, pero que no nos ponen atención porque están inmersos en sus teléfonos, en sus tabletas y jugando o chateando”.
Autoridades del sector Salud de Jalisco alertaron que por el síndrome del “niño invisible”, comenzaron a presentarse casos de jóvenes con trastornos de ansiedad y depresión asociados a los videojuegos.
Jaime Agustín González Álvarez, titular de la Secretaría de Salud Jalisco (SSJ) en la entidad informó sobre el inicio de un estudio integral sobre este tema, con el objetivo de contar con un panorama completo sobre el síndrome del “niño invisible”.
Se trata de “aquellos niños que aparentemente están enfrente de nosotros, pero que no nos ponen atención porque están inmersos en sus teléfonos, en sus tabletas y jugando o chateando”.
El especialista afirmó que esto trae trastornos emocionales, en las articulaciones y es un problema que está creciendo a escala internacional de manera exponencial.
González Álvarez hizo un llamado a los padres de familia, para que durante este periodo vacacional vigilen las actividades de sus hijos y les pongan límites.
“Es importante que los padres les digan a los niños que sí tienen permiso de jugar con su teléfono o su tableta, pero por horarios. El resto del tiempo, los padres deben decidir qué actividades tendrán sus hijos (deporte, lectura) e interactuar con la familia o tener alguna actividad cultural”, dijo.
Destacó que una de las razones que motivó a la SSJ a emprender este estudio, es porque comenzaron a recibir casos de jóvenes con trastornos de ansiedad y depresión asociados a los videojuegos.
El estudio tendría una duración estimada de seis meses y comprende la elaboración de pruebas psicométricas y de focalización de la atención en niños.
Una vez concluido el periodo de análisis, el funcionario detalló que se partirá de una base sustentada, para dimensionar el problema y hacer propuestas concretas para combatirlo.
“El estudio lo están iniciando expertos en salud mental de la Secretaría de Salud, para hacer las propuestas formales ante la sociedad y ver lo que estamos ocasionando con este tipo de implementos”, dijo.

 FUENTE: http://noticiasmvs.com/#!/noticias/alertan-sobre-aumento-del-sindrome-del-nino-invisible-990.html
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miércoles, 30 de abril de 2014

Responsabilidad: Niños y Trabajos

Niños y Trabajos


Recientemente se ha planteado en España, una posible legislación sobre menores que señala derechos y obligaciones para estos. Entre las obligaciones, se menciona la ayuda en el cuidado del hogar y las tareas domésticas.
Pienso que la educación no surje de las leyes, sino mas bien a la inversa. Por otra parte ninguna idea es lo suficientemente buena como para que no pueda ser arruinada por un burócrata.
No obstante lo cual, creo que lo que subyace en esta iniciativa es  extraordinariamente pertinente.
A partir del tercer año de vida, los niños comienzan a verse como seres independientes, que pueden “ponerse en el lugar” de las otras personas.
Hasta entonces sienten ser “únicos”, y solo conciben al  mundo que les rodea  a través de sí mismos y sus vivencias. (es un poco nuestro pensamiento “animista”, cuando decimos que siempre “nos” llueve, cuando comemos al aire libre).
Hasta entonces, el afecto y la protección los ha rodeado de un globo de parabienes incondicionales, como a un pequeño príncipe cuyo principal (y único) mérito fuera el de existir.
Pero a medida que se descubren como alguien parecido a los demás, también descubren que cada persona lleva consigo una serie de atributos que le describen o califican.
Al niño de esta edad, tan centrado en el “poder”, lo que mas le impresiona es la aptitud para “hacer cosas útiles”, que poco o mucho todos tenemos.
Imaginen que uno/a llega a una reunión familiar, y todos le recibieran diciendo: “…menos mal que has llegado, te necesitamos, eres la única persona que sabe hacer esto,…”   ¿Qué sentimientos les produciría?
En cambio los niños  reciben frecuentemente alabanzas por ser “buenos”, “hermosos”, “tranquilos”, “simpáticos”, o bien rechazo por ser “desordenados”, “egoístas”, “desobedientes”.
Estos calificativos se refieren a “cómo es”, definiéndole de tal forma, que puede incluso inducirle  a  merecérselos, (incluso los negativos).
O como se dice en inglés, self fulfilling prophecy; la profecía que nosotros mismos hacemos que se cumpla.
Pero los niños no suelen disponer de muchas oportunidades para adquirir eso que perciben en los otros como un gran mérito, que son las “aptitudes” para hacer cosas que los demás necesitan.
A veces,  juego con niños ya mayorcitos, a que imaginen un teatro lleno de gente, con algunas actores en el escenario, y les desafío a que me digan si prefieren estar entre los espectadores multitudinarios, o en la escena con los pocos actores.
Aún los mas “tímidos” o negativos, terminan reconociendo que se ven como “actores”, y no como “espectadores”.
Extendiendo la metáfora un poco, yo creo que las familias o los grupos sociales, son como el guión de una obra de teatro. En ella hay grandes papeles protagonistas, y otros muy pequeños, de una frase tan solo.
No obstante, todas los personajes colaboran al curso de la obra, y si el de una sola frase se queda callado, la obra se detiene. Lo que le hace comprender su relevancia.
Lo importante es solo si uno  forma o no forma parte de la compañía.
El trabajo cumple para los niños, un papel análogo. No es algo que se hace porque sea divertido o por “cumplir”. Se debe hacer porque lo reivindica a uno como miembro activo de ese grupo humano.
Por razones de autonomía, los niños deberían hacerse cargo gradualmente de todos los trabajos de su cuidado personal que van aprendiendo y que tienen capacidad de realizar.
En la medida que tengan habilidad suficiente, deben vestirse, o lavarse, y lo que no sepan aún,  debe ponerlos  en el camino de aprenderlo gradualmente.
Ayudar en todo lo posible a las personas que los cuidan, con aquellas habilidades que vayan desarrollando.
Acomodar los juguetes despues de jugar, es una obligación obvia, y hay que sostenerla a pesar de todo el histrionismo que el niño o niña despliegue para eludirlo.
Pero no lo es menos que una vez que se quitan la ropa, la lleven al sitio donde se guarda o lava, y que poco a poco aprendan a hacer la cama donde duermen.
Esto suele resultarle algo chocante a algunas personas, que piensan, o bien que el niño es muy pequeño, o que se hace tarde por la mañana, o que no vale la pena, porque ellos la hacen mas ràpido, o que hay una persona empleada para ello, o a lo peor, ¿porqué si el padre no se la hace?, o ¿para qué queremos que el niño aprenda a hacer una cama?
Las primeras objeciones son fáciles de resolver, puede dejarla sin hacer y hacerla al volver de su colegio, o levantarse mas temprano.
En las siguientes, se trata que el niño entienda que es SU cama, y SU responsabilidad, asunto que debería extenderse gradualmente a otros ámbitos SUYOS (sus útiles escolares, sus deberes, etc.).
Y para las dos últimas objeciones,  (que como las demás pueden servir de excusa al niño  en caso de conflicto), es bastante fácil imaginar los inconvenientes potenciales del modelo sugerido.
Pero no acaba aquí lo que yo entiendo como “trabajo”.
Creo como ya he dicho, que es muy saludable que los niños perciban el efecto “comunitario” de su tarea, y para ello yo recomiendo que dichas tareas se distribuyan de tal forma que él o ella resulten encargados “oficialmente” de alguna.
Un poco en broma y mucho en serio, yo suelo sugerir que un niño de cuatro años sea nombrado, por ejemplo, “jefe del papel higiénico”, y se encargue en la casa de asegurar la provisión de todos los aseos.
Esta tarea es ineludible, y no debería requerir invocaciones constantes. Si se cumple adecuadamente, debería recordársele que lo tenemos en cuenta, darle pequeños reconocimientos (un paseo especial, mejorar un regalo previsto, etc.), y en particular, hacerle ver que contamos con esa capacidad de él.
Incluso, cuando aprenda a sumar, puede ayudar a descubrir cuanto se gasta de papel higiénico en la casa, y así sucesivamente.
Cualquier tarea doméstica es susceptible de organizarse de forma que constituya una fuente de aptitud y progreso para el niño.
Esto no tiene que ver con el coeficiente de inteligencia, pero sí con el valor que uno percibe de sí mismo, y que sirve para sacar partido de aquél.
Carlos Loeda
www.loepedia.es
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lunes, 10 de marzo de 2014

10 ERRORES COMUNES QUE COMETEMOS LOS PADRES DE HOY EN DÍA

10 ERRORES COMUNES QUE COMETEMOS LOS PADRES DE HOY EN DÍA


Muchos padres hacen lo que sea con tal de evitar que sus hijos sufran cualquier tipo de incomodidad, ansiedad o decepción; cualquier cosa poco agradable. Y, como consecuencia, cuando se hacen adultos y experimentan las frustraciones normales de la vida, piensan que el mundo se les viene encima, que hay algo que va mal, muy mal.
Estoy compartiendo esta información con vosotros porque creo que tiene mucha relevancia en esta época de sobreprotección parental. Aunque me parece muy bien que los padres de hoy en día se impliquen más en la vida de sus hijos, esta implicación no debería extralimitarse. Lo que a veces se define como señal de ser buen padre puede resultar nocivo para nuestros hijos cuando pase un tiempo. Es necesario que seamos conscientes de ello; si no, estaríamos complicando sus vidas aunque nuestro fin sea justo lo contrario.
Mi filosofía favorita sobre la paternidad dice así: "Prepara a tu hijo para el camino, no el camino para tu hijo".
Dicho esto, he elaborado una lista con los diez errores más comunes que cometen los padres en la actualidad (incluyéndome a mí). No tengo la intención de señalar con el dedo a nadie, sino de que la gente tome conciencia. Lo que se inculca en nuestra cultura no siempre es lo mejor para nuestros hijos.
Error nº 10: Adorar a nuestros hijos. Muchos de nosotros vivimos en comunidades que se desviven por los hijos. Los estamos criando en hogares completamente centrados en ellos. A nuestros hijos les encanta, claro está, porque nuestras vidas giran en torno a ellos. A la mayoría de nosotros tampoco nos importa, porque su felicidad es la nuestra. Nos entusiasma hacer cualquier cosa por ellos, comprarles cosas, cubrirles de amor y de atenciones.
No obstante, creo que es importante tener en cuenta que nuestros hijos han sido creados para ser amados, no idolatrados. Por tanto, cuando les tratamos como si fueran el centro del universo, creamos un falso ídolo. En vez de un hogar centrado en los niños, deberíamos intentar centrarnos más en el amor. Así, nuestros hijos se sentirán queridos, pero entenderán que en el amor, el altruismo va por encima del egoísmo.
Error nº 9: Creer que nuestros hijos son perfectos. Una cosa que suelo oír de los profesionales que trabajan con niños (orientadores o maestros) es que los padres de hoy en día no quieren oír nada negativo sobre sus hijos. Cuando se menciona la palabra preocupación, o problema, la reacción suele ser atacar al mensajero.
La verdad a veces duele, pero cuando escuchamos con la mente y el corazón abiertos, nos mostramos dispuestos a mejorar. Así, podremos intervenir antes de que la situación se nos vaya de las manos. Es más fácil tratar a un niño problemático que reparar a un adulto destrozado.
Una psiquiatra del centro médico Children's of Alabama me contó hace poco que en la depresión adolescente, resulta clave intervenir con rapidez, puesto que se puede actuar sobre la trayectoria de la vida de un niño. También me dijo que este es el motivo por el que disfruta de la terapia de niños y adolescentes, pues los niños son resilientes, y es mucho más fácil intervenir de forma efectiva cuando aún son jóvenes, ya que cuando el problema continúa durante muchos años se incorpora como parte de la identidad de la persona.
Error nº 8: Vivir a través de nuestros hijos. Los padres nos sentimos muy orgullosos de nuestros hijos. Cuando consiguen algo, nos hace más felices que si lo hubiéramos conseguido nosotros mismos.
Lo cierto es que si nos implicamos demasiado en sus vidas, nos resultará más complicado ver dónde acaban ellos y dónde empezamos nosotros. Cuando nuestros hijos se convierten en una extensión de nosotros, puede que los veamos como nuestra segunda oportunidad. Pero, no se trata de ellos, sino de nosotros. Llega un momento en el que su felicidad empieza a confundirse con la nuestra.
Error nº 7: Tratar de ser el mejor amigo de nuestro hijo. Cuando le pregunté a un sacerdote cuál era el mayor error que cometen los padres, estuvo pensándolo un momento y luego contestó: "El problema ocurre cuando los padres dejan de ser padres y no son capaces de asumir sus responsabilidades, aunque a veces cueste".
Como todo el mundo, quiero que mis hijos me quieran. Quiero que reconozcan mis méritos y me tengan cariño. Pero si quiero hacer bien mi trabajo, tengo que aceptar que se enfaden y que a veces no les gusten mis decisiones. Pondrán los ojos en blanco, se quejarán y desearán haber nacido en otra familia.
Pero, tratar de ser el mejor amigo de tu hijo solo puede llevar a una permisividad excesiva, y a que tomes decisiones desesperadas por temor a no contar con su aprobación. Esto no es amor, sino necesidad.
Error nº 6: Entrar en una competición por ser el mejor padre. Todos los padres llevan algo de competitividad en las venas. Lo único que necesitan para despertar al monstruo es que otro padre ponga a su hijo por encima del tuyo.
He oído muchas historias de este tipo que tienen lugar en patios de colegio; historias de amistades rotas y traiciones en las que se entrometieron familias completas y la cosa acabó mal. En mi opinión, el origen se encuentra en el miedo. Tememos que nuestros hijos se queden aparte. Tenemos miedo de que, si no nos ponemos serios e intervenimos para pararle los pies a cualquiera, se sumirán en la mediocridad para el resto de su vida.
Creo que los niños tienen que esforzarse y entender que los sueños no se cumplen así como así, que para ello tienen que trabajar y luchar. No obstante, si fomentamos una actitud de ganar cueste lo que cueste y les permitimos que empujen a otros niños para conseguir ser los primeros, la cosa se nos está yendo de las manos.
Es verdad que en la adolescencia el carácter no nos parece tan importante; en cambio, cuando somos adultos, el carácter lo es todo.
Error nº 5: Olvidarnos de lo maravilloso que es ser niño. El otro día descubrí una pegatina de Tarta de Fresa en el fregadero, lo que me hizo recordar la alegría de vivir con niños.
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Llegará un día en que deje de haber pegatinas en el fregadero. Ya no habrá Barbies en la bañera, ni muñecas en mi cama, ni Mary Poppins en el DVD. Las ventanas estarán limpias, sin huellas, y la casa estará tranquila porque mis hijas saldrán con sus amigos en vez de quedarse en el nido.
Criar a niños pequeños puede ser un trabajo duro y monótono. A veces, es tan agotador física y emocionalmente que nos encantaría que se hicieran mayores cuanto antes. Por otra parte, también tenemos curiosidad por saber cómo será su crecimiento. ¿Cuáles serán sus pasiones? Como padres, esperamos poder descubrir sus dones, para saber aprovechar sus puntos fuertes y animarles a que sigan por la buena dirección.
Pero, cuando proyectamos su futuro, y nos preguntamos si ese gusto por el arte le convertirá en Picasso, o si su voz melodiosa hará de ella una Taylor Swift, podemos llegar a olvidarnos de disfrutar de lo realmente bueno: los cuentos de antes de dormir, los pijamas de una sola pieza, las cosquillas en la tripa y los gritos de alegría. A veces, nos olvidamos de dejar que nuestros hijos se comporten como niños y disfruten de su infancia.
La presión sobre los niños comienza demasiado pronto. Si queremos echar una mano a nuestros hijos, tenemos que protegerles de estas presiones. Hay que dejar que disfruten y crezcan a su propio ritmo, así que, en primer lugar, deben explorar sus intereses sin miedo al fracaso y, en segundo lugar, no tienen que sentirse agobiados.
La infancia es un momento de juegos y de descubrimientos. Cuando metemos prisa a los niños, les estamos robando una etapa inocente por la que nunca volverán a pasar.
Error nº 4: Criar al hijo que queremos, y no al que tenemos. Como padres, nos creamos una imagen propia de nuestros hijos. Esta imagen comienza a confeccionarse en el momento del embarazo, antes incluso de saber el sexo del bebé. En secreto, deseamos que el niño se parezca a nosotros, pero un poco más inteligente y con más talento. Queremos ser su ejemplo, y modelar su vida siguiendo el patrón de la nuestra.
Sin embargo, los niños suelen seguir su propio modelo y, además, desconfiguran los nuestros. Al final, son como nunca los imaginamos. Nuestro trabajo consiste en descubrir sus dones innatos, y en tratar de guiarlos por el buen camino. Ante todo, inculcarles nuestros propios sueños no va a funcionar. Solo si entendemos quiénes y cómo son, podremos tener un impacto en sus vidas.
Error nº 3: Olvidar que los hechos pesan más que las palabras. A veces, cuando mis hijas me preguntan algo, me dicen: "Por favor, responde en una frase". Me conocen bien, y saben que aprovecho cualquier lección de la vida diaria y la convierto en un momento de aprendizaje. Quiero que tengan sabiduría, pero de lo que a veces me olvido es de que mis ejemplos ensombrecen mis palabras.
Cómo respondo al rechazo y a la adversidad... Cómo trato a mis amigos y a los desconocidos... Si me peleo con su padre o si nos apoyamos mutuamente... Ellas se dan cuenta de todas estas cosas. Y mi actitud les da permiso para comportarse de la misma manera.
Si quiero que mis hijas sean maravillosas, yo también tengo que aspirar a lo mismo. Tengo que ser la persona que espero que sean ellas.
Error nº 2: Juzgar a otros padres... y a sus hijos. Independientemente de lo mucho que difieras en la forma de educar que tienen otros padres, no es tu misión juzgarlos. Nadie es completamente bueno ni completamente malo; todos somos un poco de todo, todos luchamos contra nuestros propios demonios.
Personalmente, tiendo a ser más benevolente con otros padres cuando yo lo estoy pasando mal. En los momentos en que los niños me lo ponen difícil, entiendo el comportamiento de muchos padres.
Nunca sabemos por lo que alguien está pasando, ni cuándo nos veremos en una situación parecida. Aunque, en ocasiones, no podamos evitar tener nuestros prejuicios, deberíamos controlarlos y tratar de entender a la otra persona en lugar de llegar a conclusiones precipitadas.
Error nº 1: Subestimar el CARÁCTER. Si hay una cosa que espero hacer bien con mis hijos es conseguir que tengan un buen CORAZÓN. El carácter, la fibra moral y una brújula interna son los cimientos que forman la base para un futuro feliz y saludable. Esto es más importante que cualquier boletín de notas o que cualquier trofeo que ganen.
Nadie puede exigir un carácter concreto a sus hijos, y más teniendo en cuenta que el carácter no significa mucho a la edad de 10 o de 15 años. Los niños a esa edad se preocupan por las recompensas a corto plazo, pero nosotros, como padres, conocemos mejor la historia. Sabemos que lo importante con 25, 30 o 40 años no es lo largo que lanzaste una vez un balón o si fuiste animadora, sino cómo tratas a los demás y qué piensas de ti mismo. Si queremos fomentar el carácter, la confianza, la fuerza y la resiliencia, tenemos que dejar que los niños se enfrenten a las adversidades y que experimenten el orgullo que se siente al salir reforzado de una situación difícil.
Es complicado ver a nuestros hijos caer, pero a veces es necesario. En ocasiones, hay que preguntarse si intervenir se encuentra entre las mejores opciones. Hay un millón de formas de amar a nuestros hijos, pero, a la hora de buscar su felicidad, conviene ser conscientes de que a veces la pena a corto plazo será recompensada con creces por los beneficios en el futuro.
Kari Kampakis
www.karikampakis.com 
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viernes, 14 de febrero de 2014

LEER EN EL HOGAR

 Leamos en voz alta a los niños

La lectura en voz alta conlleva grandes beneficios tanto para quien lee como para quien escucha. Sintetizamos algunos de estos beneficios:

1.   Contar cuentos a los niños hace que los niños se vuelvan más reflexivos en relación con lo que sus padres u otros adultos  les están explicando a cerca de cualquier situación o  comportamiento.
2.  Los cuentos ayudarán  a los niños a vencer sus propios temores.
3.  Facilita que los niños ejerciten su memoria  desde edad temprana.
4.  Les transmite tranquilidad. De hecho, es muy habitual contar cuentos en voz alta para  que los nños puedan conciliar el sueño, puedan dormir de forma tranquila y durante toda la noche.
5.  Los cuentos son una de las bases para el desarrollo intelectual del niño, ya que si se le lee estas historias cuando todavía no han aprendido a leer, con el paso del tiempo van a entender  diferentes temas con rapidez.
6.  El hecho de compartir los momentos de lectura con sus mayores, hace que los niños se sientan más queridos, porque alguien les está dedicando su tiempo.
7. Despierta en los nños la imaginación, la curiosidad y hace que se desarrolle su capacidad crítica ante lo que escuchan, y después leen.
8. Cuando los niños aprenden a escuchar, mejoran su capacidad de expresión. Además adquieren mayor vocabulario que les va a permitir expresar mejor sus ideas y sus sentimientos. Estas habilidades van a ser fundamentales para su desarrollo a lo largo de la vida.
9. Leer a los niños les va a animar a leer por sí mismos.
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jueves, 6 de febrero de 2014

PAPÁS, OS QUIERO!

 GRACIAS MAMI Y PAPI



Cuenta una historia que unos padres entregaron unas monedas a su hijo. No se sabe cuántas eran ni tampoco si estaban hechas de oro, de plata o de cobre. Y el joven, indignado, les gritó: “¡Estas no son las monedas que me merezco! ¡Qué injusticia!”. Seguidamente pegó un portazo y salió de casa de sus padres con el corazón inundado de dolor.
Durante años, la lucha, el conflicto y el sufrimiento marcaron la vida de aquel joven. Sin monedas se le hacía muy difícil vivir. Por eso decidió ir a buscarlas a otra parte. Creyó que aparecerían al iniciar una relación de pareja. Poco después se casó, pero ni rastro de las monedas. Más tarde tuvo su primer hijo. “Seguro que las tiene él”, pensó. Un par de años más tarde confirmó que no era así. Movido por su tozudez, tuvo un segundo hijo. Pero las monedas tampoco estaban ahí.
Casado y con dos hijos, no conseguía llenar su vacío. Su vida carecía de sentido. Y seguía sufriendo. Hacia los cuarenta años, el protagonista de esta historia decidió buscar un terapeuta. Tras un profundo proceso de autoconocimiento, finalmente se liberó del dolor y por fin vio con claridad dónde estaban las monedas. Con lágrimas en los ojos, volvió a casa de sus padres, pidió disculpas y les agradeció todo lo que habían hecho por él. Y entre abrazos les pidió que, por favor, le devolvieran las monedas: “Ahora sé que son las que necesito para ser feliz y seguir mi propio camino”. Al salir de casa de sus padres y despedirse cariñosamente de ellos notó cómo la lucha, el conflicto y el sufrimiento comenzaron a despedirse de él. En el momento en que aceptó, tomó y agradeció las monedas de sus padres, se reconcilió consigo mismo y con la vida.
Este cuento, inspirado en el libro ¿Dónde están las monedas?, de Joan Garriga, ilustra el camino que todos podemos elegir para resolver parte de nuestros conflictos internos. No en vano, la sombra de papá y mamá es alargada. Y esconde alguno de nuestros peores temores y se nutre de las heridas que más nos cuesta curar. De ahí que muchos adultos se hayan distanciado emocionalmente de sus padres.
Debido a nuestra falta de madurez, los hijos solemos culpar a nuestros progenitores por el tipo de inseguridades, carencias y frustraciones que arrastramos desde la infancia y que se acentuaron durante la adolescencia. Y en definitiva, les negamos nuestro cariño porque ellos no nos quisieron como nos hubiese gustado. Sería maravilloso que todos los padres amaran a sus hijos como estos necesitan. Pero no es así. ¿Cómo nos van a querer nuestros padres si no saben apreciarse a sí mismos?
Nuestros padres y madres, antes de esa condición, son seres humanos. Y tienen sus propias heridas. Nos quejamos de nuestra mochila emocional cuando en general ellos cargan con una maleta bastante más pesada. Nuestros progenitores lo han hecho lo mejor que han sabido. Esta es una lección de la vida que muchos aprendemos demasiado tarde. Normalmente cuando nos convertimos en padres y comprendemos lo desafiante y agotador que puede ser educar a un hijo. De pronto recordamos que de un día para otro dejaron de ser los protagonistas de sus propias vidas.
Emanciparse emocionalmente de nuestros padres consiste en cortar definitivamente el cordón umbilical que nos mantiene atados a ellos. Depender de su aprobación dificulta que seamos libres para seguir nuestro propio camino en la vida. No en vano, convertirse en una persona adulta implica haber resuelto nuestros traumas de la infancia. El hecho de que sigamos en guerra con nuestros progenitores pone de manifiesto que seguimos sin sentirnos en paz con nosotros mismos. Por eso se dice que la adolescencia se sabe cuándo empieza, pero no cuándo termina.
Dejar de esperar algo de nuestros padres, incluyendo que nos acepten, que nos apoyen y que nos quieran. Así es como empezamos a aceptarnos, apoyarnos y querernos, fortaleciendo la autoestima y confianza en nosotros mismos. El indicador más fiable de que hemos conquistado la madurez emocional es que estamos agradecidos por todo lo que hemos recibido de nuestros padres. O, mejor dicho, por el aprendizaje derivado de cómo se han relacionado con nosotros. Es cierto que hay hijos que han heredado falta de afecto, malos tratos e incluso deudas. Sin embargo, el viaje de la emancipación implica comprender que en cada problema o adversidad se esconde un aprendizaje oculto, que es precisamente el que necesitamos para conocernos y saber verdaderamente para qué estamos aquí.
Al comprender y perdonar los errores de nuestros padres, nos liberamos de ellos. A partir de entonces, al mirar hacia atrás solo vemos gratitud. Y cada vez que caminamos hacia delante, nuestro corazón se llena de confianza. El primer paso para transitar esta senda consiste en cuestionar la manera en la que hemos interpretado nuestra historia familiar. Y seguir cuestionándola hasta que consigamos poner en orden el lugar de donde venimos, aceptando, valorando y agradeciendo de corazón las monedas que en su día nos entregaron.

Autor y fuente: Borja Vilaseca - elpais.com
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lunes, 3 de febrero de 2014

LA IMPORTANCIA DEL JUEGO EN EL AUTISMO

CARACTERÍSTICAS DEL JUEGO ENTRE NIÑOS CON AUTISMO Y SUS PADRES

 


Los niños con autismo suelen usar los objetos de forma repetitiva sin lograr desarrollar un juego creativo y simbólico. Estas dificultades en el juego se manifiestan también otras áreas donde lo “simbólico” es importante, como el lenguaje, las emociones y el desarrollo cognitivo y el comportamiento social. Por lo tanto, las intervenciones deben incluir tanto el desarrollo del juego simbólico como el del juego social.
Un padre u otra persona que entiende la capacidad de juego actual del niño, que lo acompaña en sus intentos por jugar y ofrece oportunidades para ampliar y elevar el nivel del juego puede lograr interacciones de juegos eficaces con él.
En las interacciones terapeuta -niño, aunque el método de enseñanza es aún objeto de debate (directiva vs no directiva), se han identificado una serie de características de las interacciones eficaces tales como: establecimiento de la atención conjunta, imitado de las acciones del niño, una estimulación apropiada y la atención correcta de la estructura del ambiente. En las interacciones entre padres e hijos, la relación entre los participantes se destaca con la capacidad de respuesta contingente, la sensibilidad, la calidez, el cuidado, los niveles adecuados de estimulación y previsibilidad por estar relacionados con los resultados más positivos para los. No obstante, los aspectos constructivos de interacción entre padres e hijos son similares a los descritos en las interacciones terapeuta – dirigidas. Sin embargo, cuando se trata de trastornos del espectro autista, recurrir a la enseñanza didáctica orientada o las interacciones que no se equilibran entre el adulto y el niño puede reducir las interacciones mutuamente sostenidas.
En el autismo la coordinación de la participación social se convierte en una de las estrategias más difíciles y los padres se vuelven más IMPORTANTES. Los padres de niños con autismo pueden tener más dificultades para alcanzar experiencias de juego divertidas e interacciones productivas debido a las limitaciones del  niño. Los niños con autismo tienden a centrar su atención por completo en el objeto sin la participación de otra persona en su juego. Además, los niños con autismo suelen tener un nivel de juego por debajo de su nivel cognitivo y lo que dificulta saber a qué pueden/quieren jugar. Los padres de niños con autismo tienden a jugar en un nivel demasiado alto de juego resultando períodos más cortos de conexión.
Un área que ha recibido relativamente poca atención se refiere a las estrategias específicas de los padres que sustentan la participación en el juego y las interacciones de juego conectadas. Una interacción entre padres e hijos, que incluye episodios de juego sostenido es fundamental para el desarrollo en los niños con autismo.
En general, los resultados de este estudio sugieren que cuando los padres dirigieron y sugirieron menos, pero jugaron en o justo por encima del nivel de juego del niño, la atención conjunta se sostuvo por períodos más largos. Para tener éxito, los padres deben ser conscientes del nivel en el que sus hijos están jugando, lo que puede estar por debajo de lo esperado para la edad cronológica del niño y la edad mental. Imitar las acciones del niño pueden extender la duración de la interacción. Por lo tanto, estas estrategias particulares son importantes para la aplicación de las intervenciones tempranas con los padres y sus hijos con autismo.
Aunque este estudio tiene ciertas limitaciones ( por ejemplo, los niños que participaron ya tenían un tratamiento muy intensivo) se suma a una creciente literatura sobre la importancia de las estrategias parentales específicas para facilitar el juego y la participación de los niños pequeños con autismo. Estos datos también deben ser útiles en el diseño de intervenciones específicas para las intervenciones eficaces mediada por los padres de los niños con autismo.

Modificado de:  Freeman S., Kasari C. (2013) Child interactions in autism: Characteristics of play Parent. Autism 17: 147 DOI: 10.1177/1362361312469269
On-line: http://aut.sagepub.com/content/17/2/147
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NIÑOS AUTÓNOMOS

ENSEÑAR HÁBITOS DE AUTONOMÍA

¿Por qué es importante?
  • El desarrollo de la autonomía personal es un objetivo prioritario en la educación de un niño. Un niño autónomo es aquel que es capaz de realizar por sí mismo aquellas tareas y actividades propias de los niños de su edad y de su entorno socio cultural.
  • Un niño poco autónomo es un niño dependiente, que requiere ayuda continua, con poca iniciativa, de alguna manera sobre protegido.
  • Los niños con pocos hábitos de autonomía, generalmente presentan problemas de aprendizaje y de relación con los demás. De ahí la importancia de su desarrollo: normalmente cuando progresan en este aspecto, también lo hacen en su aprendizaje y relación con los demás
¿Qué hábitos enseñar?

Como norma general todo aquello que el niño pueda hacer solo, siempre que no entrañe peligro, debe hacerlo él mismo. También es válido como criterio enseñar aquellos hábitos que tienen adquiridos la mayoría de niños de una edad.
Como guía, pueden servir los siguientes hábitos que están expuestos de menos a más en distintas áreas:
  • Higiene: Todo lo referido a la higiene y autocuidado personal: por ejemplo: control de esfínteres, lavarse las manos sólo, cepillado de dientes, el baño, lavarse la cabeza, peinarse, usar los productos de higiene?
  • Vestido: Todo lo que se refiere al uso de las prendas y su cuidado: ponerse distintas prendas (pantalones, calcetines, abrigos, zapatos, cremalleras, botones?), guardarlas en el lugar adecuado, elegir la propia indumentaria.
  • Comida: Relacionado con la conducta alimentaria: Comer solo, uso de los distintos instrumentos, respetar unas normas básicas de educación en la mesa, prepararse una merienda?
  • Vida en sociedad y en el hogar: Son hábitos referentes a la relación con los demás, el uso de algunos servicios comunitarios y la conducta en el hogar: van desde saludar a la gente conocida, escuchar, pedir por favor y dar las gracias; respetar turnos en juegos, pedir prestado, conocer los lugares para cruzar la calle, evitar peligros (enchufes, productos tóxicos), ordenar sus pertenencias, usar el teléfono, comprar, usar el transporte público o disfrutar de servicios de ocio (ir al cine).
¿Cómo se enseña?
La mayoría de los niños funcionan muy bien con rutinas, luego lo ideal será conseguir que esos hábitos se conviertan en rutinarios. Con una práctica adecuada, los hábitos se adquieren de 20 a 30 días.
1º Decidir qué le vamos a exigir y preparar lo necesario
  • Lo primero es decidir lo que razonadamente le vamos a exigir, evitando pensamientos como: "prefiero hacerlo yo, lo hago antes y mejor". Comenzar cuanto antes.
  • Que le exijamos algo adecuado a su edad.
  • Hacedlo siempre y en todo lugar: todos los días.
  • Todos a una: no vale: "con papá tengo que hacerlo, pero con mamá no".
  • Preparad lo necesario: si le vamos a exigir guardar sus juguetes, hay que prepararle un lugar adecuado.
2º Explicarle qué tiene que hacer como
  • Hay que explicarle muy clarito y con pocas palabras qué es lo que queremos que haga, dándole seguridad: "Desde hoy vas a ser un chico mayor y te vas a lavar la cabeza tú solito, sé que lo vas a hacer muy bien".
  • Enseñadle realizándolo vosotros primero.
  • Pensad en voz alta mientras lo hacéis: "Primero me mojo bien la cabeza, después me echo un poco de champú en la mano?"
  • Aseguraos de que comprende las instrucciones: pedidle que os la repita.
3º Practicar
  • Ponedlo a practicar. Al principio hay que ofrecedle muchas ocasiones de práctica.
  • Recordadle los pasos de lo que tiene que hacer: "Primero mojarte la cabeza, después el champú?"
  • Elogiadle los primeros avances.
  • Poco a poco disminuir la ayuda.
  • Las prisas no son buenas: preparad el tiempo necesario, al menos al principio.
4º Supervisar
  • Hay que revisar cómo va realizando lo que se le encomienda. Si un niño está aprendiendo a peinarse tenemos que revisar que ha quedado bien.
  • Elogiar y valorar su realización. Si no está del todo bien, decidle en qué puede mejorar.
Y si no quiere
  • Valorar si no quiere porque no está a su alcance o por comodidad.
  • Por lo general si se lo ofrecemos como un privilegio ("Ya eres mayor?") lo aceptará mejor que si lo hacemos como un mandato sin más.
  • Si no lo hace por comodidad, decidle que ya es mayor, que debe hacerlo por sí sólo e ignorar las quejas.
  • Si todavía se sigue negando podéis adoptar varias medidas: sufrir las consecuencias (por ejemplo si no quiere prepararse la merienda), retirarle algún privilegio (algún juguete o actividad) o utilizar la sobrecorrección: practicar y practicar la conducta adecuada.
FUENTE: JUNTA DE EXTREMADURA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Dirección Provincial de Badajoz
Equipos de Atención Temprana
Grupo de trabajo EATs, Curso 2003/04
C.P.R. Mérida
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miércoles, 29 de enero de 2014

AMIGOS IMAGINARIOS

MI HIJO TIENE UN AMIGO IMAGINARIO...


Los amigos imaginarios son amistades invisibles que tienen los niños y algunos jóvenes, que los padres descubren cuando encuentran a sus hijos compartiendo sus juegos o su comida con otro niño inexistente para ellos.
Uno de cada tres niños de tres a siete años tiene un amigo imaginario que los otros no ven. Esto no es algo que debe preocupar a los padres, al contrario es un fenómeno que estimula la creatividad y ayuda al niño a superar dificultades difíciles en su vida. Sin embargo los padres suelen consultar con un psicólogo cada vez que se les presenta esta situación con uno de sus hijos, aunque al niño le haga bien.
La pregunta más común de los padres es si deben continuar aceptando esa fantasía o si deben tratar de que el niño la ignore.
Dado que todos los estudios científicos sobre este tema coinciden en afirmar que este tema no es motivo de preocupación alguna, lo mejor será seguirles la corriente y enterarse de sus conversaciones para poder comprobar si se trata de una forma de compensación relacionada con alguna carencia que esté sufriendo el niño, y no contrariarlo, ya que el amigo imaginario se relaciona con la circunstancia que está atravesando ese niño.
Algunos investigadores afirman que casi todos los niños han tenido un amigo imaginario en algún momento de su infancia pero que pudo haber pasado inadvertido por los padres y que posteriormente tampoco los mismos niños recuerdan.
Los niños no sólo pueden tener amigos imaginarios sino también animales, magos o superhéroes imaginarios, de todos los tamaños y a veces tan pequeños que pueden llevarlos en los bolsillos.
Los niños suelen considerar a sus muñecos o peluches compañeros imaginarios, con quienes pueden mantener una conversación y darles una identidad determinada.
Entre el 20 o 30% de los niños y jóvenes inventan un amigo imaginario; y aunque sirven para superar contrariedades, los niños maltratados o abandonados no los tienen, porque las experiencias traumáticas suelen bloquear la creatividad y el gusto por el juego.
En 1895, Clara Vostrovsky de la Universidad de Stanford, conoció a una joven que convivió con un grupo de amigos imaginarios hasta su adultez.
Las personas que tienen estas experiencias saben que su amigo no es real y que sólo existe para ellas.
Es importante diferenciar un amigo imaginario de una alucinación patológica producto de una psicosis, que en este caso se caracteriza por ser atemorizante y persecutoria.
Un amigo imaginario en cambio, se vive como alguien que ayuda y defiende, puede ser transformado, cambiado y manipulado y decidir cuánto tiempo va a durar.
Es curioso ver cómo estos niños suelen describir con mucho detalle las características personales de sus amigos imaginarios, que por supuesto también tienen nombre.
Un estudio realizado en la Universidad de Oregon dirigido por Marjorie Taylor, dio como resultado que el 70% de los niños entre 5 y 6 años, que tenían amigos imaginarios, eran hijos únicos o primogénitos, o sea niños que parecen empezar esa amistad porque se sienten solos.
Otro estudio demostró que los amigos imaginarios suelen aparecer en momentos de la vida en que se producen cambios importantes, como el nuevo embarazo de la madre, el nacimiento de un hermano, o si uno de los progenitores se ausenta del hogar por mucho tiempo.
Los amigos imaginarios también aparecen cuando los padres de un niño se separan o cuando cambian de domicilio y los obligan a perder a sus amigos.
Es evidente que los niños y también los jóvenes que tienen amigos imaginarios compensan los sentimientos de soledad, pérdidas afectivas o falta de atención.
Los niños imaginarios suelen desaparecer cuando el niño logra relacionarse con otros niños o cuando se adapta a su nueva situación luego de una pérdida.
Los ancianos pueden crear amigos imaginarios, principalmente cuando se quedan viudos; fenómeno que aún no ha sido bien estudiado.
El psiquiatra Kenneth Shulman tuvo tres pacientes de más de ochenta años que veían a sus cónyuges que habían fallecido, pero no deseaban compartir esta experiencia con sus familiares.


Fuente: “Mente y Cerebro”, No.49/2011, “Amigos imaginarios”, Inge Seiffge-Directora de psicología evolutiva en el Instituto Psicológico de la Universidad de Mainz. http:/psicologia.laguia2000.com
http://desqbre.wordpress.com/2012/05/08/psicologia-infantil-amigos-imaginarios/
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