“Óliver, tú que eres pedagogo, ¿cómo ves que tu sobrina tenga tantos regalos?”. A lo que mi hermano respondió que no eran muchos y que era el día de los Reyes Magos, que lo importante es que no tenga muchos regalos todos los días pero sí ese día.
Me
mantuve un poco al margen pero mi padre insistía en meterme en “su” conversación:
“¿Cuántos regalos teníais vosotros con 1 año?”. La respuesta fue la misma por
parte de mi hermano y por la mía: “No me acuerdo!”. El caso es que estuvimos un
rato debatiendo y la conclusión era la de siempre: “Son otros tiempos!!!”.
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A partir de esa conclusión he decidido hacer esta entrada (la primera del 2013). La frase “ERAN OTROS TIEMPOS”, vengo oyéndola desde pequeño. Esta frase vale para aplicarla tanto en positivo (cuando se echa en falta algo de otra época anterior), como en negativo (cuando se echa en cara algo de otra época anterior). El caso es que la evolución nos lleva a dónde estamos. En otra entrada antigua en la que hablaba del MIEDO A EDUCAR, comenté el tema de comparar con épocas de represión que nos hace actuar de forma totalmente opuesta y nos lleva a un efecto péndulo (el TODO/NADA).
Que los
niños actuales tengan exceso de regalos es una consecuencia más de este MIEDO A
EDUCAR. Además, es una de las causas de haber llegado a una CRISIS DE VALORES
que actualmente gobierna nuestra sociedad. La sobre-abundancia de regalos simplemente
hacen que nuestros hijos no valoren cada uno de esos regalos. De hecho, la
palabra “regalo” ha perdido su sentido original. Antes, los regalos se daban
con un motivo. Hoy en día, los regalos se dan sin motivo, ya no hay que esperar
a Reyes para tener la videoconsola de tus sueños. Ahora esos sueños cambian a
cada instante: “Quiero esa consola”, toma, “ahora quiero esa otra”, toma… Y así
cuando llega el cumpleaños o los Reyes Magos, la ilusión no es la misma.
Pero
bueno, a parte de los regalos, que unas veces sirven para tapar carencias
afectivas o carencias de tiempo, y otras, simplemente son regalos (como han sido
toda la vida). Ese tema es una pequeña parte del problema. En estos últimos
meses he tenido varias conversaciones con mi mujer y con algún amigo. Recuerdo
un día cenando con mi amigo Juli y hablábamos de lo poco que valoran los jóvenes
de hoy en día las cosas. Juli me contaba que él quería comprarse un ciclomotor
y se lo pidió a su padre. Su padre accedió, poniéndolo a trabajar durante el
verano en un restaurante. Trabajaba todo el día, mientras sus amigos iban a la
playa o salían de fiesta. Él iba metiendo la paga semanal en una hucha que
revisaba cada vez que metía dinero. Un día fue a meter la paga de la semana y
se dio cuenta de que le faltaban 2.000 pesetas (12€), montó en cólera y se puso
a gritar. Su madre le dijo que los había cogido ella para prestárselos a su
hermana pequeña que se iba a “los moritos” y su madre no tenía suelto para
dejarle. Le dijo que después se lo devolvería. La respuesta de Juli fue: “¿Tú
sabes lo que cuestan de ganar esas 2.000 pesetas?”. Su padre se dio cuenta que
había entendido la lección. Al final del verano, Juli pudo comprarse ese
ciclomotor y lo cuidó como si fuese un hijo. Hoy en día eso no pasa.
Otro
ejemplo del cambio generacional: Tanto mi mujer como yo, somos HERMANOS
MAYORES. Los dos sabemos lo que cuesta ganar las cosas y hemos comprobado como
nuestros hermanos menores han aprovechado que nosotros habíamos “abierto el
camino”. El otro día recordábamos cómo conseguimos nuestros primeros coches.
Ella me contó que a ella su padre le prestó 300 euros para la entrada pero que
el resto lo pagó ella. Yo le conté que yo lo pague solito, no tuve ni esos 300
euros para la entrada. No culpo a mis padres, ellos no podían pagarme esos 300
euros. Yo me gastaba una pasta en bus para ir a la universidad y como siempre
he trabajado en verano, ahorré y me busqué un trabajo también para los fines de
semana durante el 2º año en la universidad. Así pagué mi Rover 25. Cuando mi
hermano se sacó el carnet, empezó a pedirme el coche eventualmente y, lo que
pasa, cuando se acostumbró a la comodidad de tener coche, le costaba no
tenerlo. El coche, de 3ª o 4ª mano, ya tenía su “tute” y decidí que como quería
comprarme otro, se lo regalaría a mi hermano. No me arrepiento de haberlo
hecho, pero pude ir comprobando como ese viejo Rover 25 ya no lo lavaban cada
poco tiempo, como no le pasaban las revisiones,… y al final, pasó lo que tenía
que pasar, K.O.!!! Seguro que me dolió mucho más a mi que a mi hermano que
pronto tuvo otro coche.
La “generación
Ni-Ni” ha llegado para sustituir a nuestra “Generación X”, mi generación, una
generación difícil de definir (de ahí la X) y que estaba en medio de otras
generaciones de polos muy opuestos, revolucionarios Vs clásicos. Esta nueva
generación Ni-Ni que no valora nada, que lo tiene todo, que siempre tiene a su Supermami
o su Superpapi para que les resuelva los problemas, que viven en casa como
Reyes y no tienen ningún plan para el futuro, que viven al día con lo que sus
padres les dan, que cuando tienen una entrevista de trabajo van a ella con sus
padres, que si tienen suerte de encontrar un trabajo no son capaces de acatar
las órdenes de sus jefes y entonces vuelven a acudir a sus padres, los de la
generación de “el profe me tiene manía”,… Y lo peor no es está generación, es
que las generaciones posteriores serán aun peor como no le pongamos remedio a
la situación.
A lo
que quiero ir a parar con todas estas historietas de abuelo cebolleta es a que
una cosa es que les regalemos cosas a nuestros hijos y otra bien distinta es
que les enseñemos a valorar cada uno de esos regalos. A nosotros nos cuesta
mucho conseguirlos (algunos más que otros). Pero debemos hacerles ver lo que
nos cuestan. El sacrificio es otro de los valores que se están perdiendo y que
debemos recuperar.
ESFUERZO
/ SACRIFICIO / RECOMPENSA / …
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