Enseñando a usar las nuevas tecnologías...
...o aprendiendo sobre adaptación
Para cualquiera de nosotros, por mínimas que sean nuestras
dotes de observación, seguramente no nos pase desapercibida la transformación
constante que están experimentando las formas de relacionarse de las personas.
A aquellos encuentros de no hace mucho tiempo para tomar un
café mientras charlábamos poniéndonos al día, o esas llamadas telefónicas desde
casa o desde las cabinas, siempre cercanas y en las que incluso debíamos hacer
cola, o aquellas veladas en las que las conversaciones, las miradas a los ojos
y la atención sobre los presentes eran las protagonistas, a día de hoy se han
sumado nuevas formas de interacción, a partir de la gran red y de los nuevos
programas de redes sociales (software) como son twitter, Facebook, instagram o
whatsapp.
La conexión permanente ofrece muchas ventajas, pero…,
¿cuáles son realmente?: invito a que cada uno indague honestamente y encuentre
las suyas propias, ya que no todos usamos internet del mismo modo ni con los
mismos criterios y objetivos. No obstante, esa conexión, además de beneficios, puede
acarrear inconvenientes que, paradójicamente pueden dificultar la comunicación
interpersonal, hecho éste para el que, se supone, han sido concebidas.
Explicado de otro modo: ¿Quién de nosotros no se ha sentido desplazado en algún
momento, cuando contertulios, comensales o compañeros de cualquier contexto o
actividad, han desviado su atención hacia la pantalla de su móvil?, o ¿en cuántas
ocasiones un encuentro íntimo con familiares o amigos se ha visto sometido por
unas inexplicables urgencias de inmortalizar esos momentos en inacabables
sesiones de fotos o vídeos, capturadas con los teléfonos inteligentes
(smartphones)?
¿Alguna vez, querido/a lector/a, ha podido usted sentir
incomodidad en un escenario social, debido a la irrupción impertinente de los
teléfonos móviles?, incluso ¿usted mismo/a ha cedido su atención a su terminal
en detrimento de sus acompañantes?
No se extrañe si ha respondido afirmativamente a esto
último. Entra dentro de lo normal.
Para muchos (no a todos) de quienes han crecido sin estas
novísimas tecnologías, puede resultarles complicado usar y entender estas
formas de comunicación, y es probable que no las consideren naturales. No ocurre lo mismo para los
nacidos en las dos últimas décadas, para quienes relaciones personales y
plataformas virtuales, pueden ser algo consustancial, lo que nos ofrece dos
bandos divergentes en un mismo escenario.
En definitiva y atendiendo a todo lo dicho en el párrafo
anterior, podríamos estar asistiendo a la aparición de una barrera intergeneracional,
apoyada en el conocimiento-desconocimiento y dominio-incompetencia de las nuevas
tecnologías.
Traslademos esta hipótesis a un ámbito en el que las
relaciones y la comunicación entre sus miembros es fundamental para el
aprendizaje y la preparación para la vida: la familia.
Por un lado, existe una gran cantidad de padres y madres que
desconocen el mundo tecnológico ya sea por falta de tiempo, por desinterés o
incluso porque se auto descarten de
la posibilidad de entenderlo y/o de adquirir conocimientos sobre el mismo. De
otro lado, existen evidencias que hacen de ese mundo, algo más complejo,
invasivo y oposicionista hacia los propósitos educativos, de lo que aquellos
profanos pudieran sospechar.
La capacidad que estas tecnologías manifiestan para absorber
la atención de sus usuarios, los contenidos a los que dan acceso, muchos de
ellos inapropiados y de dudosa intencionalidad o por ejemplo, nuevos tipos de
acoso como el cyberbullying o el grooming, son realidades que crecen efervescentes a la
par de la evolución de estas tecnologías. Y estas evidencias de riesgo están al
alcance de todo aquel usuario del mundo virtual, incluidos los jóvenes y
adolescentes, o sea: vuestros hijos.
Sin ánimo de demonizarlas ni de reducir la experiencia de estas
nuevas tecnologías a sus riesgos inherentes, ni tampoco de estar movidos por el
miedo, puede decirse que es de recibo que padres y madres aborden con
responsabilidad estas cuestiones y que las traten como una realidad que está
presente y que nos muestra, cada día en mayor medida, multitud de signos
positivos y también potencialmente perniciosos.
En opinión de quien les habla, no cabe otro camino para
padres y madres que ponerse al día de esta realidad, si no quieren verse
abocados a sentir la impotencia, cada vez más creciente, derivada del no saber,
no conocer y no poder orientar a sus ‘hijos tecnológicos’ en cuestiones básicas
para sus vidas.
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